jueves, 2 de septiembre de 2010

Proud of me

 Tragar. Y tragar. Y sorber los mocos por la nariz, pero flojito, que nadie se percate. Orgullo. Mucho orgullo. Pero lágrimas también. Impotencia. Un nudo en la garganta que con cada respiración se agranda un poco más, ahogándote. Cuando intentas tragar, y empujarlo hacia abajo, el esfuerzo te hace emitir unos leves sollozos. Entrecerrar los ojos, o abrirlos mucho, mirando haci arriba; que no escape ni una sóla lágrima. Hacer rechinar los dientes. Tensar la mandíbula. Y que crezca el odio. Y el orgullo. Y de repente... caer, y llorar, llorar amargamente. Porque el orgullo se evapora y se olvida por un momento. Liberarse, en cierto modo. Llorar, llorar, ¡llorar! Respirar muy fuerte. Aspirar todo el aire de la habitación en cada sollozo, y poder empujar y apartar del pecho ese peso que lo oprime, y así ver cómo de nuevo aumenta tu orgullo, orgullo porque se ha sobrevivido al llanto y porque ya se está preparado para enfrentarse a la realidad, ésa que está al otro lado de la puerta de tu cuarto, ésa que, probablemente en poco tiempo, te volverá a hacer llorar.
                                                                                                               Inma *

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