martes, 4 de enero de 2011

Brittle

El espejo siempre ha sido su mayor enemigo, y el único que hay en su casa está permanentemente cubierto. Hace tiempo que vive sola, sin más compañía que su depresión. Su ropa es ancha, muy ancha, para no notar si engorda. La nevera actúa más bien como adorno, ya que está prácticamente vacía. Ya no llora, porque no le quedan lágrimas. Está cansada de que le aconsejen que deje de adelgazar y que debe comer, que ya está suficientemente delgada, porque ellos no tienen ni idea, ellos no sienten cómo la grasa abraza su cuerpo, ni cómo le oprime el pecho cada noche. Tal vez por eso se apartó de la sociedad, porque nadie es capaz de entenderla, ni siquiera tratan de ponerse en su lugar, piensan que todo lo que le ocurre es sólo su culpa, hasta llegar un momento en que ella comenzó a creerlo también. No siente que esté viva, su corazón no contiene emociones, su cerebro no responde bien, se encuentra en medio de un trance. Ahora sólo pasa los días frente a la televisión, esperando a que llegue el último, sabiendo que no está muy lejos, aunque todavía mantiene la remota y débil esperanza de que alguien se acuerde de ella, de que vayan a buscarla y aún no sea demasiado tarde, de importarle a alguien, de no irse para siempre sin dejar una mínima huella, pero, sobre todo, lo que más desea es dejar de sentirse tan pesada, de poder flotar por encima de todos, y que entonces la vean, y reconozcan que estaban equivocados y que ahora sí que está delgada, que está mucho más guapa, aunque su espejo se empeñe en mentirle cada día.

                                                                                                              Inma *

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