viernes, 21 de octubre de 2011

Winter and Summer II

Georgina se apresuró a descubrirle la herida y curársela, no era nada grave, más bien escandaloso. Había mucha sangre, pero el rasguño no era mayor que un corte producido por un cuchillo. Sólo cuando hubo acabado de vendarle y se hubieron sentado juntos al calor del hogar, frente a unas humeantes tazas de chocolate caliente que ella había preparado, Gerogina reparó verdaderamente en su aspecto. Era alto, de complexión fuerte, tez morena, al igual que el cabello, y de ojos tan marrones como el bosque que los rodeaba. Sus manos eran grandes, y estaba segura de que una de ellas podría levantarla sin esfuerzo. Contrastaba con ella, tan pálida, las mejillas siempre sonrosadas y el pelo rojizo que destacaba sobre su piel. Pequeña y delgada, jamás habría podido detener esa mano que la agarrase, aunque tampoco sentía el deseo de hacerlo. Aquel hombre también la miraba, de reojo, intentando sin éxito que no se diera cuenta, y calculando cuánto tiempo tardaría en acercar sus labios, levantarla en peso y tumbarla en la cama. Mientras su mirada ascendía por su cuello, y se paraba en sus ojos, grises como perlas, ella, sintiéndose observada, lo miró directamente, sin ningún pudor, mas al notar la calidez de esos ojos abrasadores, avergonzada, giró de súbito la cabeza, dejando caer la taza, que se rompió en mil pedazos, cubriendo la alfombra de espeso chocolate.
-¡Oh! -fue todo lo que acertó a decir.
Ambos se agacharon rápidamente para limpiar aquel estropicio, y entre el desorden, la mano de ella se posó sobre la de él. Cuando Georgina fue a retirarla, él la sujetó firmemente y se quedó observándola con preocupación. Estaba llena de heridas, la piel cortada por el frío y con durezas debido a los trabajos tan duros a los que se tenía que someter diariamente. Echó un rápido vistazo al fuego y dijo:
-¿Toda esa madera la has cortado tú?
Ella asintió y él, moviendo la cabeza de un lado a otro con pesadumbre, se acercó la descuidada mano a sus labios y la besó dulcemente, como nunca nadie lo había hecho. Georgina, en agradecimiento, pasó la otra por su rostro, tropezándose con el vello incipiente de su mentón. En ese momento, los dos estuvieron seguros de los pensamientos del otro, y dejaron paso al deseo, uniéndose así invierno y verano, mientras fuera comenzaban a caer diminutos copos de nieve que antes de llegar al suelo serían fundidos por el sol, entrometiéndose cálidamente en una estación que no le correspondía.
                                                                                                                Inma*

5 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho como has ido relatando ese momento. Te has expresado genial y es por eso que me encanta leerte.
    Ha sido un final precioso y me alegro porque estén juntos.
    Muchos saludos Inma

    ResponderEliminar
  2. Hola Inma bonita narrativa, tienes un bello blog.
    si te gusta la poesía te invito a mi blog Brisa poética.
    que tengas un feliz fin de semana.
    un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Que romantico! ¿Crearon la primevera con sus besos o el otoño con sus caricias?
    Me encantó.

    ResponderEliminar

Fill my blog with your smiles :)