sábado, 30 de abril de 2011

Six feet underground


La lluvia resbalaba por los negros paraguas de aquellos que los habían llevado. El cielo parecía oscurecerse cada vez más sobre el pequeño cementerio. Alrededor de unas 15 o 20 personas se reunían en torno a un robusto ataúd, de entre las cuales destacaba el hábito blanco del sacerdote. Los asistentes masculinos permanecían serios y firmes, aguantando aquel diluvio, mientras que las mujeres no podían evitar emitir algún que otro sollozo, o que se les escapase una lágrima. Pero había un espectador más. Una chica joven, situada a unos cien metros de la multitud, y sentada sobre una vieja lápida, observaba en silencio la escena. No podía oír las palabras del cura, pero no le hacía falta. Ella le estaba dedicando su propio discurso de despedida al hombre al que más amó, mucho más que aquella del centro de la que sólo se veía una gran pamela, y muchísimo más que aquellos que sólo estaban allí por cumplir. Mentalmente le prometió que todo seguiría igual, que continuaría queriéndolo con la misma pasión con que siempre lo había hecho, que cada gesto que hiciera o cada sonrisa que esbozara se los dedicaría a él, que nunca le olvidaría y que permanecería vivo con ella. La viuda se agachó y tomó un puñado de tierra que después depositó sobre el féretro, y la joven se vio a sí misma arrancando parte del mojado césped y lanzándolo al vacío. Poco después, la multitud comenzó a dispersarse, pero ella esperó, y cuando no quedó nadie se acercó lentamente, viendo a duras penas a través de la lluvia, para caer arrodillada sobre el aún desnivelado montón de tierra. No podía creer que estuviesen tan cerca, pero a la vez tan lejos. Se despidió con un beso que nadie recibiría nunca y se marchó de allí para jamás regresar, aunque su alma quedó enterrada en ese mismo lugar, a seis metros bajo tierra, dentro de un ataúd de roble, junto al hombre de su vida.
                                                                                                                   Inma *

sábado, 16 de abril de 2011

Excluded

Estoy aquí sentada, rodeada de gente, pero me siento tan invisible que casi llego a creer que realmente no estoy. Nadie me mira, ni me habla. La gente pasa por mi lado y ni me roza, y quizás sea porque ya ni mi mente funciona a una velocidad normal, pero la noto como vendabales a mi alrededor. Mi mirada, fija en un punto perdido, y mi mente completamente en blanco. Ya me he cansado de pensar y llegar a conclusiones inconclusas y deprimentes sobre la vida. El murmullo es general, pero mis oídos embotados no registran ningún sonido más allá del de los latidos de mi corazón y mi lenta y acompasada respiración. Todo ocurre junto a mí, y todo se desarrolla sin que yo mueva un dedo o simplemente cambie mi postura, pero es que esta losa que hay sobre mi pecho pesa demasiado, y nadie tiene un segundo para pararse a ayudarme.
                                                                                                                   Inma *

miércoles, 13 de abril de 2011





                                                                                                                                         I'd probably still adore you with 
                                                                                                                                             your hands around my neck
                                                                                                                                                            Arctic Monkeys

viernes, 8 de abril de 2011

Actually, I'm not here anymore

And all the while, I feel I'm standing in the middle of a crowded room, screaming at the top of my lungs, and no one even looks up