lunes, 29 de octubre de 2012

It smells like it's going to rain


Hoy me gustaría recordar una entrada que publiqué hace un año, aproximadamente, y que me gusta especialmente, quizá porque siento que en ella he transmitido exactamente lo que pretendía. Ahora solo espero que os guste a vosotros también. Un abrazo y mil gracias por leerme :)

-Parece que va a llover -un chico caminaba junto a una chica, con las manos en los bolsillos, levantando la vista hacia el cielo gris que se oscurecía cada vez más.
-Sí, eso parece -dijo ella, viéndolo por primera vez. Ni siquiera se había dado cuenta de que iba junto a ella. 
Él la miró a los ojos y le sonrió. Ella sonrió.

El cementerio estaba prácticamente desierto. Había muy poca gente visitando a sus seres queridos. Entre aquel silencio, un anciano se abría camino a pasos lentos y cortos, apoyándose en un bastón. Parecía cargar sobre sus espaldas con toda una vida de dolor. Nadie reparó en él. Nadie parecía conocerle. En su mano izquierda llevaba una única rosa roja sin espinas. Sabía muy bien a dónde iba, y no necesitaba guiarse por los números de las calles o por alguna señal que indicase en cuál debía detenerse. Había recorrido ese camino demasiadas veces. Giró hacia la derecha y se detuvo frente a una de las tumbas centrales. Contra la piedra blanca que, misteriosamente, permanecía impoluta, destacaba la foto en blanco y negro de una chica joven que sonreía. No debía tener más de 30 años cuando fue tomada y, sin embargo, los ojos parecían los de una niña. Sobre la lápida se leían su nombre y las fechas de inicio y final de su vida. El anciano sonrió al contemplar su rostro. Suspiró y dejó escapar una lágrima que no fue recogida.
-Siento no venir muy a menudo -murmuró, intentando que nadie de los que había a su alrededor pudiese oírlo-, pero cada vez me cuesta más andar y mis débiles rodillas casi no soportan mi peso, me duelen mucho. Aún así, hoy es tu cumpleaños y no podía dejar de venir a visitarte. Felicidades, cariño.
Hizo una pausa, recordando esos días 3 de enero hacía más de cincuenta años, cuando aún se recordaban felizmente. Esos recuerdos lo desgarraron por dentro, cada vez que pensaba en ellos deseaba ir a hacerle compañía a donde quiera que estuviese.
No habían podido compartir muchos buenos momentos juntos. Jamás podría pensar en el día de su boda, el nacimiento de sus hijos ni en el de sus nietos, porque nunca habían ocurrido. Nunca podría irse a la cama feliz, sin llorar, porque el otro lado de la cama estaba frío y vacío, y ella yacía tirada en el asfalto, cubierta de sangre, diciéndole: "Jake, te quiero, y siempre te querré... siempre" con esa voz tan débil que casi no entendía. Nunca dejaría de sentir dolor.
Sus ojos vidriosos le impedían ver el rostro de su amada, pero no lo necesitaba; era capaz de recordarlo nítidamente. Parecía estar viéndola junto a él, con sus blancos brazos abrazándolo por la espalda como solía hacer, dándole un fugaz beso en el cuello y haciéndole cosquillas con su melena castaña. Esa visión hizo que necesitara apoyarse en el bastón aún más fuerte, o de lo contrario caería. 
Se inclinó todo lo que sus deterioradas piernas le permitieron y depositó la rosa sobre la tumba. Besó su mano y la apoyó en ella.
De pronto, un trueno rugió a lo lejos y, levantando la vista hacia las nubes negras, murmuró:
-Vaya, Rose, parece que va a llover.
                                                                                             Inma*

martes, 4 de septiembre de 2012

Chaos

He estado pensando, y ¿sabes qué? No quiero olvidarme de este tiempo, no quiero que llegue el año que viene y pasar de la decena, ni empezar los veintipocos, ¡mucho menos los veintitantos! Quiero veranos quinceañeros típicos de cualquier serie ochentera, con bicicletas, flores y un neumático usado colgando de una rama sobre un lago. Quiero permanecer justo en el momento en que empezaste a formar parte plena de mí, cuando sobrepasaste la barrera de la intimidad y empezamos a parecer uno de verdad, y, sin embargo, seguíamos dándonos besos tímidos refugiados en la oscuridad de nuestra esquina. Quiero noches de jardín y de libros, de cuentos infantiles que nunca me cansaré de leer, de recuerdos expuestos en hilera a la luz de la luna en un camino sin asfaltar, de noches aterradoras por el simple hecho de hacerlas así. Quiero que julio y agosto se sucedan sin parar, quiero tardes de tormentas veraniegas encerrada en el desván. Que me salgan escamas y el pelo se convierta en algas. Quiero tener tiempo para perderlo, fingir que nuestro amor es solo un amor de verano. Quiero tenerte siendo niña, y ser adulta para tenerte.


                                                                                                                        Inma*

jueves, 23 de agosto de 2012

Con las Ganas


Recuerdo que al llegar ni me miraste, fui solo una más de cientos. Sin embargo, fueron tuyos 
los primeros voleteos. Cómo no pude darme cuenta que hay ascensores prohibidos, que hay pecados compartidos, que tú estabas tan cerca. 
Me disfrazo de ti, te disfrazas de mí. Jugamos a ser humanos en esta habitación gris. Muerdo el agua por ti, te deslizas por mí. Jugamos a ser dos gatos que no se quieren dormir. 
Mis anclajes no pararon tus instintos, ni los tuyos, mis quejidos. Dejó correr mis tuercas y que hormigas me retuerzan. Quiero que no dejes de estrujarme sin que yo te diga nada y que tus yemas sean legañas enganchadas a mis vértices. 
Me disfrazo de ti, te disfrazas de mí. Jugamos a ser humanos en esta habitación gris. Muerdo el agua por ti, te deslizas por mí. Jugamos a ser dos gatos que no se quieren dormir. 
No sé que acabó sucediendo, sólo sentí dentro dardos. Nuestra incómoda postura se dilata en el espacio, se me hunde el dolor en el costado, se me nublan los recodos, tengo sed y estoy tragando, no quiero no estar a tu lado. 
Me disfrazo de ti, te disfrazas de mí. Jugamos a ser humanos en esta habitación gris. Muerdo el agua por ti, te deslizas por mí. Jugamos a ser dos gatos que no se quieren dormir. 
Me moriré de ganas de decirte que te voy a echar de menos, y las palabras se me apartan, me vacían las entrañas. 
Finjo que no sé, que no he sabido, finjo que no me gusta estar contigo. Y al perderme entre mis dedos te recuerdo sin esfuerzo. 
Me moriré de ganas de decirte que te voy a echar de menos.




lunes, 16 de julio de 2012

We both died


Mi vida era completa. Tenía un marido maravilloso, unos hijos estupendos, y, gracias a Dios, vivíamos tan bien que nuestros pequeños siempre tendrían aquello que necesitasen. Vivíamos rodeados de lujo y fama, y gracias a ello éramos tan felices. Mi familia, sin duda, era lo primero, pero de no haber vivido tan cómodamente, ya antes de prometerme, me atrevería a decir que ni mi marido estaría junto a mí, ni yo aceptaría criar a mis hijos en un ambiente como el que acostumbraba a escuchar de boca de las cocineras. Ellas eran esclavas de su propia vida. Por eso yo nunca protestaba. Además, ¿de qué iba a quejarme si no podía pedir nada más? Todas las noches daba gracias al Señor por haberme concedido tal felicidad.
Me encantaba pasear con mi marido, mi John, ya fuera en actos oficiales como por diversión. Era tan atento conmigo… Yo nunca hacía caso a los comentarios, porque sabía que no eran verdad. Él me quería más de lo que nadie habría hecho jamás.
Esa tarde estábamos visitando Texas. Lo recuerdo perfectamente. ¿Cómo podría olvidarlo? ¿Cómo podría olvidar el día más triste de mi vida? Fue el día en que la muerte pasó tan cerca de mí que sentí su aliento rozando mi nuca, noté su pesada capa acariciando mis brazos, vislumbré el abismo por el que deseé caer segundos después. Yo saludaba a todo el mundo y sonreía. Siempre sonreía, bien hacia los demás, bien únicamente en mi interior. Sonreía porque estaba feliz. Lo miraba a él, y se le veía tan bien como yo. Todo el mundo a nuestro alrededor nos aplaudía y gritaba nuestros nombres, y nosotros nos debíamos a ellos, pero yo no podía apartar la vista de John. Volví la cabeza y lo vi angustiado, se apretaba la garganta, y cuando me acerqué a preguntarle qué ocurría, oí un fuerte estruendo y sentí su sangre manchando mi cara. Yo grité, grité, y grité aterrada. Intenté salir del coche, pedir ayuda, rezar por que no estuviese muerto, por que todo fuese una terrible pesadilla. “Por favor, Señor, que esté bien, que esté vivo, que no sea nada, Señor ayúdanos.” Giré la cabeza, buscando al asesino, buscando su arma, pidiéndole silenciosamente que también me disparara a mí, que no se llevase a mi John y me dejase a mí así… pero sólo vi a la multitud que gritaba, ahora de espanto, de miedo, y que huía en todas direcciones.
Lo siguiente que recuerdo son esas terribles pesadillas que no me abandonan. Y no sólo se presentan de noche. Veo terribles seres en cada sombra, oigo disparos con cada portazo o cada vez que algo cae al suelo. Siento la humedad de la sangre en mi cara cuando me aseo, y nunca olvido esos ojos pidiéndome auxilio cada vez que cierro los ojos. Y lo peor es que ya nunca podré volver a ser feliz.


Escribí este texto tras ver el vídeo de Lana del Rey, National Anthem, pensando en los dos personajes principales y la historia a la que se hace referencia. He tratado de ponerme en la piel de Jackie Kennedy, aunque desde un punto de vista bastante personal. Sólo espero que os guste :)

                                                                                                                                          Inma**

jueves, 12 de abril de 2012

TUMBLR?

Por si me faltaba algo, me he hecho Tumblr, así que aquí os dejo la dirección por si os apetece pasaros... De momento no os prometo mucho, ya que lo tengo poco tiempo y no hay demasiadas fotografías, pero espero que poco a poco vaya a mejor. 
Un beso, y espero poder actualizar pronto como se merece :)




martes, 27 de marzo de 2012

Die for me

-¿Lo has hecho? -preguntó la pelirroja, entrando en el cuarto con los ojos saliéndosele de las órbitas.
-¿Lo has hecho? -repitió a esos ojos ausentes e inexpresivos, centrados en algún punto lejano, más allá de la pared gris.
-¡¡Contesta de una vez!! -su grito agudo lo hizo salir de su ensimismamiento.
De repente, se levantó y comenzó a caminar por la habitación, demasiado rápido, nervioso, preocupado, repitiendo una y otra vez la misma respuesta.
-¡Sí! ¡Lo he hecho! ¡Lo he hecho! ¡Lo he hecho!
Las lágrimas asomaban a sus ojos. La pelirroja quiso asegurarse y le pidió más detalles:
-¿Qué hiciste?
Él no paraba de moverse, cada vez más histérico, secándose el sudor de la frente.
-Pues... eché lo que me diste en su vaso... se lo bebió... y me marché.
-¿Te fuiste así, sin más? ¿Y si sospecha algo? -una sonrisa pícara asomó a los labios de ella-. Bueno, ya no creo que eso importe.
En ese momento sonó el teléfono del chico.
-Es ella -dijo, y ambos se quedaron petrificados contemplando el aparato negro, negro como la oscuridad, como la muerte que acechaba al otro lado de la línea.
-Cógelo.
-¿S-sí?
-¿Tom? -pronunció una voz jadeante, exhausta, casi sin vida.
-¿Lilith? ¿Pasa algo?
Lilith tosió.
-Algo va mal. Muy mal. Me encuentro fatal.
-¿Has llamado a una ambulancia?
-No creo que puedan hacer ya nada -volvió a toser-. Quería... quería que mis últimas palabras fueran para ti.
Silencio.
-Sólo quiero que sepas... que, a pesar de todo... te quiero.
Tom no pudo aguantar ya las lágrimas.
-¿Lilith? ¿Lilith? ¡¿Lilith?!
-Tom -dijo la pelirroja, acariciando su nuca-, por fin serás mío.


                                                                                                              Inma*

jueves, 9 de febrero de 2012

I don't love you like I did yesterday

Where would you go? (click)
Por más que la miraba no la encontraba por ninguna parte, no quedaba ya nada de ella en el fondo de sus pupilas, en el agudo timbre de su voz o en las aletas de su nariz al inspirar ese aire viciado. Ninguno de sus gestos eran los de antes, ni su sonrisa era esa de la que él se había enamorado. Más bien parecía una sombra de lo que había sido, un recuerdo de esos que te retuercen las entrañas, te queman la piel y te atormentan cada noche. Pero ella seguía ahí, como si nada hubiese pasado, aunque con la maleta detrás de la puerta por si la angustia la asfixiaba. Era cierto que había cambiado, ella lo sabía y se daba perfecta cuenta de que él también estaba al tanto, lo notaba en las muecas casi imperceptibles de su boca cada vez que ella lo miraba, porque esa no era su Lucy, porque sus ojos tenían ahora otro color y sus labios estaban siempre fríos como el hielo. Y cada vez que veía la añoranza en los ojos de él, cada vez que veía cómo se tragaba las lágrimas para no hacerle daño, oía un pequeño crujido en su interior, aunque ya no sintiese nada. Su corazón se resquebrajaba, y era invadido por el vacío que se había adueñado de su rostro. Ya ni era capaz de llorar, las saladas lágrimas se habían congelado en su interior. Y de repente, un día, Lucy desapareció. No se despidió. Temía que si lo hacía eso lo destrozaría aún más, y no podía permitir que eso pasase. No se atrevía a verlo morir y sentir que ya le daba igual.
                                                                                                                             Inma*





lunes, 30 de enero de 2012

Coming back home

Lo recibió el sol abrasador del mes de julio en Abilene, Texas. Todo seguía igual. Los porches vecinos permanecían casi idénticos, aunque ahora la bici tirada en el porche de los Stevens había sido sustituida por una moto, y ya no había muñecas o vestidos minúsculos colgando de la casa-árbol de Christina, la niña de los Laurens. Pero lo que más echaba de menos eran las risas y los gritos que antes inundaban el barrio. Ahora todos esos niños, ya adolescentes, estarían sentados frente a la pantalla del ordenador o del televisor, y quizá ni siquiera continuaban manteniendo el contacto entre ellos. "Qué calor, este maldito uniforme no me deja respirar", pensó mientras continuaba caminando, al tiempo que se pasaba una mano por la frente y el pelo. Su cuero cabelludo estaba menos poblado que la última vez que estuvo allí, pero esa pérdida se veía contrarrestada por el aumento de arrugas en su frente. Sin embargo, era capaz de recordar todos los momentos allí vividos a la perfección. Por fin llegó. Se detuvo en la acera y contempló la que había sido su casa hasta hacía casi una década. Ya no se oían los ininterrumpidos llantos de la pequeña Beth, ni tampoco los gritos de Sammy, que ahora sería Sam, imaginando ser algún superhéroe en plena misión de salvamento. Bill avanzó unos pasos y volvió a detener su andadura. Se agachó y acarició la hierba que crecía por igual a lo largo y ancho de todo el jardín. "Esta Sarah... seguro que obliga a Sammy a mantenerlo al día." Se imaginó todos los momentos pasados en ese jardín, todos los que él se había perdido. Imaginó los primeros pasos de Beth, sus primeras caídas y sus llantos. Imaginó a Sammy con su capa, cayendo del árbol al que tanto le gustaba trepar, pero aguantando las lágrimas porque los hombres no lloran. También se lo imaginó, algún tiempo después, cogiendo el coche de su madre sin permiso para ir a recoger a alguna chica, devolviéndolo después con algún que otro rasguño que rápidamente, Sarah descubriría. Todos esos recuerdos, felices con el paso del tiempo, habían sido sustituidos por muerte, heridos, miedo, explosiones, pesadillas. Suspiró y levantó la cabeza. La puerta delantera estaba abierta y tres personas lo miraban sonrientes. 
-¡Papá! -exclamaron sus hijos, que echaron a correr hacia él.
Tras ellos, Sarah también acabó, por fin, y para siempre, con la distancia que la separaba de su marido, y los cuatro se fundieron en un fuerte abrazo. Cuando se separaron, Bill tenía los ojos llorosos.
-Papá -dijo Sam-, tú me dijiste una vez que los hombres no lloran.
-Me equivocaba, hijo. Es de verdaderos hombres saber llorar.
                                                                                                                    Inma*

martes, 10 de enero de 2012

Remembering this summer

Entre tus sábanas todo es diferente. Estando ahí, nada puede compararse a la calidez de tus brazos alrededor de mi espalda, no hay sonido más bonito que uno de tus "te quiero" en sueños, ni mejor sensación que la de una caricia de improviso, o sentir tus manos que me buscan a tientas, sólo para asegurarte de que este sueño es real. Dejan de importar el frío y el calor, la hora y la fecha, derecha e izquierda. Sólo importa encontrar tu mirada a través de mis ojos empequeñecidos por el sueño, y no alejarme demasiado. Las imperfecciones de la situación se convierten en detalles que lo hacen todo perfecto, acorde contigo, que haces del momento más insignificante un precioso recuerdo, y me dejas siempre con más ganas de volver a dormir contigo.
                                                                                                                 
                                                                                                                                     Inma*




Para ti, que haces que todo sea precioso con sólo sonreír :) 

viernes, 6 de enero de 2012

Esta es una noche mágica. Una noche en la que todos los niños, después de poner el agua para los camellos y las galletas para los Reyes y sus pajes se acuestan con una sonrisa en sus caras e intentan dormirse lo más rápido posible deseando que llegue ya la mañana y puedan abrir los regalos que hay bajo sus árboles o junto a sus zapatos. La calle está igual que siempre, pero ellos se la imaginan cubierta por un finísimo manto de polvo de estrellas que cae del cielo; es el rastro que dejan esos tres magos repartidores de ilusión. Muy silenciosamente se acercan a cada ventana para comprobar que los niños están bien dormidos y, haciendo uso del mismo sigilo, entran en sus casas para dejarles lo que con tanta ansiedad los pequeños esperan. Pero no sólo a los niños, también a sus papás, que aún siguen recordando esa tierna infancia en la que los nervios le impedían dormir sin levantarse a cada rato a ver si ya habían pasado los tres Reyes Magos por sus casas. 
Esta es la noche de las sonrisas. La noche de salir a la calle y ver a los cientos de niños que miran con unos ojos como platos a Sus Majestades cabalgando por las calles de su ciudad, con una sonrisa en su rostro y el corazón desbordándose de emoción. 
Esta es la noche de la ilusión en la que a todos se nos pasa por la cabeza la imagen de un rey dejando un paquetito a los pies de tu cama, y en la que, por un momento, nos sentimos de nuevo niños viviendo el mejor momento del año.

Y ahora, a dormir... ¿Has oído ese ruido en la ventana?
                                                                                                                                          Inma*