domingo, 26 de junio de 2011

Eighteen candles

Por mucho que pensara, no encontraba recuerdos suficientes para llenar dieciocho años, aunque a la vez sentía que había demasiados. En su cerebro se agolpaban sentimientos, emociones, sensaciones, pensamientos, deseos, metas, logros, sueños... todo lo sucedido a lo largo de su vida. Había sentido alegría y felicidad, tristeza, dolor, la pérdida y el encuentro, la emoción de descubrir lo nuevo y el miedo a fallar, se había encontrado vacía y, finalmente, completa, angustiada, renovada. Había experimentado un gran orgullo de sí misma al conseguir sus objetivos, sin embargo, también la decepción. Había amado y la habían amado, había odiado, aunque algo menos, se había compadecido y había sentido desprecio. Se había buscado y empezaba a encontrarse. Por eso los dieciocho no le suponían algo importante, no más que cada año anterior, o cada año que estuviese por venir. Sentía que apenas había empezado a caminar, y sólo sabía que aquel era el camino correcto. Sopló las velas y pidió que ese año fuera aún mejor que el anterior.
                                                                                                                      Inma *


                                                       Debería haber escrito esta entrada el 
                                                       lunes pasado, pero en fin, demasiadas cosas que hacer y algunos  problemillas con el blog :)                                                                 

martes, 7 de junio de 2011

Dying a little bit more

-¿Qué crees que pasará ahora? -preguntó esa vocecita aguda, dejando entrever un deje de pánico.
-No lo sé -respondí yo, seca, calmada y apática.
Permanecimos un rato en silencio, y entonces escuché sus gimoteos.
-¿Qué ocurre?
-Me... me duele -dijo entre sollozos.
Quise acariciarlo, alargué la mano en la oscuridad, pero no encontré más que vacío. Mis dedos sólo agarraban aire.
-Tranquilo, pronto pasará todo.
Poco a poco sus lloriqueos se iban apagando, ya no podía percibir ni sus suspiros, y a la vez, el intenso dolor que también a mí atacaba desaparecía, pero no encontraba calma en su lugar, no me sentía bien, sólo entumecida, tenía la sensación de estar entrando en un túnel. Enseguida dejaría de sentir, mi corazón ya no lo hacía, ya no lo escuchaba, se había abandonado a esa oscuridad, y pronto yo lo haría también. Sin tí, qué importaba ya.
                                                                                                                          Inma *