miércoles, 28 de septiembre de 2011

A cup of tea will be enoguh to dream about yesterday

El viejo reloj de pared dio la hora en el mismo instante en el que unas arrugadas manos depositaban la taza de porcelana sobre el platito a juego, colocado sobre la mesa. Aquel oscuro se podía oler desde todos los rincones de la casa, formaba parte de ella. También en sus prendas se percibía ese aroma. "La vieja Nana y su olor a hierbas", solían decir sus hijos. Pero de eso hacía ya mucho tiempo. Ahora sólo sus imágenes la observaban sonriendo desde el aparador, y nadie más que su gato Leo podía aún aspirar el vapor aromatizado. La anciana dio el primer sorbo, pero su paladar ya no era capaz de saborear el deliciosocomo antes, y no podía más que recurrir a los recuerdos. El peludo Leo trepó hacia su regazo, ofreciéndole el lomo. Nana lo acarició con cariño, imaginando que se trataba de uno de sus nietos. 
-¿Sabes, Leo? Ya no vienen a visitarme. Nunca se acuerdan de mí. ¿Cómo estará el pequeño Timmy? ¿Y Lily? El mes pasado fue su cumpleaños. Trece primaveras, nada más y nada menos. No me dejaron su teléfono cuando se marcharon de Minnesota. Nadie me quiere, Leo. Nadie quiere a una vieja chocha. Sólo tú. 
Como afirmando esas palabras, el animal se frotó contra ella y enterró la cabeza bajo su brazo.
-Sí, Leo. Sólo tú.
Acabó el té y se dirigió a la mecedora, con las maderas ya gastadas por el uso. Se recostó en ella y, con los ojos cerrados, comenzó a balancearse. Una lágrima, solitaria igual que ella, comenzó a rodar por sus mejillas, perdiéndose en alguna arruga. Con aquel suave balanceo, la vieja Nana se fue alejando de ese aroma tan familiar, de su gato Leo, que maullaba tibiamente junto a ella, contemplándola con sus ojos verdes, y, finalmente, de sus recuerdos, lo único que le quedaba.
                                                                                                      Inma*



martes, 13 de septiembre de 2011

I can't forget you

Finalmente me independicé. Compré una casa cerca del mar, con balcón en el dormitorio principal, como tú querías. Desde allí se ve el puerto. Es hermoso asomarse por él al atardecer y ver llegar los barcos. Muchas veces me quedo dormido allí, con el sonido del oleaje que me duerme como si de una nana se tratase, arropado por la luz del faro que me aparta de la oscuridad. Los primeros rayos de sol me despiertan temprano, suavemente. Me recuerdan a ti, desprendiendo ese tibio calor tan agradable. Sin duda, ese es el mejor lugar de la casa, el más cercano a la libertad. No hay ningún límite visible, la vista llega tan lejos como es posible. Sin embargo, el interior de la casa me agobia. Sus paredes me oprimen, las habitaciones parecen empequeñecerse a mi paso. Ahí no hay luz. Todo es oscuro sin ti. Oscuro y gris, igual que ese día 15. Sé que tu casa debe ser mucho más bonita, por el simple hecho de que tú estás allí. Tú le das el color, la luz, la vida, la conviertes en un hogar. Y yo... yo no puedo más que envidiar a quien te tenga desde este balcón, soñando que soy yo el que ahora mismo te abraza ahí abajo, mientras observáis cómo atracan los barcos, disfrutando de la misma vista que yo. 
                                                                                                              Inma*