sábado, 28 de agosto de 2010

A veces la verdad hace que todo lo demás parezca mentira.

                                                                                   Historias de San Valentín

miércoles, 25 de agosto de 2010

...and fly away

Sentí la adrenalina correr por mis venas y adueñarse de mí desde el momento en el que me abroché esa especie de cinturón. Yo estaba tras él, agarrada a las cuerdas con toda la fuerza que tenía. Sentía el viento en la cara, los cabellos que se habían escapado de la goma que recogía mi pelo trataban de huir de esa minúscula sujeción que los ataba a la piel y se movían en todas direcciones.
-¿Estás preparada? -oí su voz delante.
-No -dije, mirando el abismo que se abría frente a mí.
Él rió.
-Vamos.
Sentí el globo abrirse detrás de nosotros y noté sus piernas moverse, coger carrerilla y, de repente... nada bajo mis pies. No pude evitar soltar un gritito cuando nos enfrentamos al vacío.
-¿Tienes miedo?
-... -vacilé-. ¿Tú qué crees?
Volvió a reír. Él, claro, era un experto y ya estaba acostumbrado a aquello. Sin embargo yo... No sé cómo logró convencerme, pero allí estábamos, los dos, pendiendo de aquel parapente, solos... y tanto.
-En serio, ¿no te encanta? -dijo-. No sé, esto no es como nada que hayas hecho antes, ¿a que no? -no esperó a que respondiera, la respuesta estaba clara- Estás solo, nadie te puede molestar... ¡y estás volando!
-Tienes razón.
-La pena es que sólo dura unos minutos.
Nos quedamos callados, contemplando la ciudad. Todo parecía tan pequeño a esa altura... Ya no tenía miedo, pero la adrenalina aún se paseaba por mi cuerpo produciéndome algún que otro escalofrío. Me apetecía gritar, gritar de alegría, soltar todo el aire que contenían mis pulmones y depurarlos. Pero estando con él me daba vergüenza, así que simplemente sonreía.
Entonces, él soltó sus manos de las cuerdas y las puso sobre las mías. Mi estómago se encogió. ¿Qué había sido eso?
-¿Te gusta? -preguntó de nuevo.
-Claro, me encanta.
-A mí también.
-Bueno, eso ya lo sé. Tú ya lo has hecho muchas veces.
-Sí, pero ahora es distinto. Hoy tú vas conmigo.
Me apretó las manos más fuerte y entrelazó nuestros dedos, como pudo, estando mis manos tan firmemente agarradas.
Y ahí, en medio del cielo, me enamoré.
                                                                                                                        Inma *


say a prayer

I don't believe in god, but in myself.



                                                                                    Inma *

jueves, 19 de agosto de 2010

puntoyseguido

Escribir. ¿Sobre qué? Sobre cualquier cosa. Escribir sobre lo que se ve, sobre lo que no se ve. Sobre lo que existe y lo que no. Escribir sobre lo que vive o sobre lo que no se ha vivido aún, lo que nunca se vivirá. Sobre el mar, el viento, el amor. Sobre una chica y un chico, la tristeza y la alegría. Escribir sobre la lluvia, o cuando llueva. En una mesa, en la cama o bajo una manta. De día o de noche. Pero escribir. Y dejar que lo lean.
                                                                              Inma *
Es mejor escribir para uno mismo y no encontrar público que escribir para el público y no encontrarse a uno mismo.
                                                                                                       Cyril Connolly

lunes, 16 de agosto de 2010

this is love


Si puedo decir a otra persona te amo, debo estar en condiciones de decir amo a todo el mundo en ti, amo al mundo a través de ti, en ti también me amo a mí mismo.
                                                                              Federico Moccia

                                                       

                 
                                                                               

M.R.

El ambiente de fiesta, de alegría para aquellos privilegiados. Música, baile, alcohol. Las luces, aquellas grandes luces que hacían cambiar el ambiente. Todas las bailarinas que siempre sonreían y complacían ardientemente a sus clientes... Y entonces aparecía ella. Las lentejuelas de su traje te cegaban, pero no más que sus ojos azules... ¿o eran verdes? Sus vestidos, llenos de joyas. ¿Diamantes? Tal vez sólo piedras sin mucho valor, pero que  brillaban mucho, eso sí. Destellos que alejaban de la realidad y la intercambiaban por la ilusión y la fantasía. Cuando la veías, todo lo demás desaparecía, los focos, la gente, la música, el aire que estabas respirando... Todo. Porque ella era una diosa, ella era la diosa.
                                                  Inma *