lunes, 16 de agosto de 2010

M.R.

El ambiente de fiesta, de alegría para aquellos privilegiados. Música, baile, alcohol. Las luces, aquellas grandes luces que hacían cambiar el ambiente. Todas las bailarinas que siempre sonreían y complacían ardientemente a sus clientes... Y entonces aparecía ella. Las lentejuelas de su traje te cegaban, pero no más que sus ojos azules... ¿o eran verdes? Sus vestidos, llenos de joyas. ¿Diamantes? Tal vez sólo piedras sin mucho valor, pero que  brillaban mucho, eso sí. Destellos que alejaban de la realidad y la intercambiaban por la ilusión y la fantasía. Cuando la veías, todo lo demás desaparecía, los focos, la gente, la música, el aire que estabas respirando... Todo. Porque ella era una diosa, ella era la diosa.
                                                  Inma *

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