lunes, 31 de octubre de 2011

I wanna run away

Y llega un momento en el que no sabes qué hacer... todo el mundo piensa sólo en sí mismo. Todo el mundo menos tú.

viernes, 21 de octubre de 2011

Winter and Summer II

Georgina se apresuró a descubrirle la herida y curársela, no era nada grave, más bien escandaloso. Había mucha sangre, pero el rasguño no era mayor que un corte producido por un cuchillo. Sólo cuando hubo acabado de vendarle y se hubieron sentado juntos al calor del hogar, frente a unas humeantes tazas de chocolate caliente que ella había preparado, Gerogina reparó verdaderamente en su aspecto. Era alto, de complexión fuerte, tez morena, al igual que el cabello, y de ojos tan marrones como el bosque que los rodeaba. Sus manos eran grandes, y estaba segura de que una de ellas podría levantarla sin esfuerzo. Contrastaba con ella, tan pálida, las mejillas siempre sonrosadas y el pelo rojizo que destacaba sobre su piel. Pequeña y delgada, jamás habría podido detener esa mano que la agarrase, aunque tampoco sentía el deseo de hacerlo. Aquel hombre también la miraba, de reojo, intentando sin éxito que no se diera cuenta, y calculando cuánto tiempo tardaría en acercar sus labios, levantarla en peso y tumbarla en la cama. Mientras su mirada ascendía por su cuello, y se paraba en sus ojos, grises como perlas, ella, sintiéndose observada, lo miró directamente, sin ningún pudor, mas al notar la calidez de esos ojos abrasadores, avergonzada, giró de súbito la cabeza, dejando caer la taza, que se rompió en mil pedazos, cubriendo la alfombra de espeso chocolate.
-¡Oh! -fue todo lo que acertó a decir.
Ambos se agacharon rápidamente para limpiar aquel estropicio, y entre el desorden, la mano de ella se posó sobre la de él. Cuando Georgina fue a retirarla, él la sujetó firmemente y se quedó observándola con preocupación. Estaba llena de heridas, la piel cortada por el frío y con durezas debido a los trabajos tan duros a los que se tenía que someter diariamente. Echó un rápido vistazo al fuego y dijo:
-¿Toda esa madera la has cortado tú?
Ella asintió y él, moviendo la cabeza de un lado a otro con pesadumbre, se acercó la descuidada mano a sus labios y la besó dulcemente, como nunca nadie lo había hecho. Georgina, en agradecimiento, pasó la otra por su rostro, tropezándose con el vello incipiente de su mentón. En ese momento, los dos estuvieron seguros de los pensamientos del otro, y dejaron paso al deseo, uniéndose así invierno y verano, mientras fuera comenzaban a caer diminutos copos de nieve que antes de llegar al suelo serían fundidos por el sol, entrometiéndose cálidamente en una estación que no le correspondía.
                                                                                                                Inma*

sábado, 15 de octubre de 2011

Winter and Summer I

Georgina salió al porche. Una ráfaga de aire gélido la recibió, acorde con la estación invernal. El paisaje verde se había convertido en un espeso manto blanco que reflejaba los tibios rayos de sol cegando a la muchacha, que se puso la mano derecha sobre los ojos a modo de visera.
-Qué hermoso... -murmuró para sí, ya que nadie más podía escucharla en aquel desierto de hielo.
Se ciñó aún más la gruesa capa de lana en torno a su cuerpo y se dirigió a la vieja mecedora que, a pesar de haber pasado por las manos de dos generaciones, se mantenía como nueva. Los listones de madera crujieron bajo sus pies, los cuales se movían torpemente, a pasos cortos y pesados, como si más que a una joven, perteneciesen a una anciana. Cogió el releído libro y, tras desdoblar sus arrugadas páginas, continuó leyéndolo aunque se lo sabía de memoria. A lo lejos se escuchaba el débil piar de algunos pájaros que, muy probablemente, no resistirían por mucho tiempo aquellas temperaturas, al contrario que Georgina, acostumbrada a soportar el frío. De pronto, ese cantar fue interrumpido por unos golpes secos en la distancia, pesados y acompasados, que se acercaban. Georgina levantó la vista y reconoció una figura oscura a lo lejos. Poco a poco esa mancha se fue haciendo más grande, hasta que se pudo apreciar la silueta de un hombre. Parecía estar herido, pues se sujetaba el brazo izquierdo con el derecho. Georgina se incorporó y ayudó al hombre a subir los escalones del porche.
-¿Qué le ha ocurrido? -preguntó al ver la ropa, manchada de sangre y desgarrada a la altura del hombro.
-¿Sabía usted que por estos bosques hay lobos? -dijo éste entre jadeos, pero aún así, con tono jovial y hasta un tanto divertido.
-Claro que sí, todo el mundo aquí está enterado y prevenido.
-Bien, pues yo no tenía idea alguna.
(...)
                                                                                                                                                     Inma*

martes, 4 de octubre de 2011

El mejor momento de mi vida. Todo es perfecto, lo que habitualmente me suele deprimir ya no tiene importancia en absoluto. Hasta las cosas malas tienen un final feliz, que compensa todo en todos los sentidos. FELICIDAD. Esa es la única palabra que acude a mi cabeza. Mejor dicho, que acudía. Ahora todo empieza a revolverse de nuevo, esa felicidad sólo me importaba a mí. Vuelvo a tener que satisfacer a los demás antes que a mí misma. ¿Por qué seré así? Quiero sentir esto plenamente, que les importe también al resto. Quiero ser feliz.
                                                                                                                                Inma*

                                                                                          Soso, y quizá raro, pero es lo que ahora siento