sábado, 24 de diciembre de 2011

A waving flag

Sonaba el himno del país. Qué importa qué país. El aire helado del mes de febrero hacía ondear una bandera a media asta. Bajo ella, diecisiete ataúdes descansaban en hilera, perfectamente alineados, cubiertos por otras tantas, algunos también con fotos, flores o medallas. Las trompetas y platillos ahogaban los sollozos de quienes se encontraban allí. Una multitud negra observaba. No se sabe qué, pero observaba. Esperaban, sin saber a qué, sin esperanza, pero esperaban. Esperaban que aquello pasara, esperaban despertarse de repente de esa terrible pesadilla. Esperaban estar en el lugar de esos quince hombre o en el de esas dos mujeres. Y mientras esperaban, intentaban mantenerse de pie, no dejar que sus rodillas flaqueasen, se doblasen y cayeran derrumbados sobre ellas. Pero una chica permanecía frente a un ataúd, impasible. O al menos eso es lo que los demás veían, aunque al mirar sus ojos, se podía ver su interior roto. Su corazón ya no latía. Sus pulmones no estaban trabajando, y todas las lágrimas se le habían acumulado en la garganta, obstruyéndola. Sólo brotaron cuando aquel que decía ser el presidente, alguien desconocido para ella, se le acercó y le estrechó la mano, mientras que con la otra le apretaba el hombro en señal de compasión. Dijo algo acerca de ser fuertes y dar la vida por su país. Su rostro se mostraba compungido, pero en sus ojos no había dolor. Brillaban. Él tenía una familia que lo esperaba en casa y a la que vería todos los días. Ella no. Esa bandera no era la suya, aquella gente no hablaba su lengua natal, sus padres no estaban junto a ella, abrazándola, ni tampoco la esperaban en casa. Lo había dejado todo por él, y ahora estaba sola.
Empezaron a hacer bajar los féretros en las tumbas. Con cada centímetro ella se hundía a su vez un poco más. Ya casi no lo veía, se iba, se iba, y nunca podría decirle adiós. "¡No te vayas!", quiso gritar. Quería correr y enterrarse con él, quería abrazarle por última vez, quería que también echasen tierra sobre ella. Estaba llorando, gritaba. Unas manos la sujetaban impidiendo que se lanzase sobre el agujero. Oía cómo la llamaban: "¡quieta, quieta!" Y, finalmente, cayó sobre sus rodillas. Todo quedó en silencio. Uno de los oficiales afortunados que no se encontraban cerca de aquel coche-bomba se acercó a ella vestido con ese odioso uniforme y le entregó la bandera que decorara la caja. Ella la miró con desprecio, pero finalmente la cogió con manos temblorosas. Eso era todo lo que ahora tenía de él. Ni un último beso, ni una caricia, ni siquiera una mirada, sólo esa bandera que había causado su muerte. Rechazó cualquier tipo de ayuda que le ofrecieron y se quedó allí. No le importaba morir de frío, de hambre o de sed. Casi lo prefería. Nunca más se separaría de él. Allí permaneció esperando ese momento, fundiéndose con el viento y la tierra, húmeda por sus lágrimas.
                                                                                                           Inma*

martes, 6 de diciembre de 2011

Love of my Life

"Love of my life, don´t leave me" (click aquí)
Me acerqué a la ventana. Aquel paisaje nevado era precioso. El cristal helado transmitía el frío que debía sentirse al tocar la nieve que había sobre el alféizar. Su mano me cogió por la cintura desde atrás, un cálido contraste contra mi piel, y apoyó su barbilla en mi hombro. No dijo nada, no era necesario. Sabía que sonreía, al igual que yo. Me giró y quedamos uno frente al otro, mirándonos a los ojos, sintiendo aún esa magia que nos acompañaba desde el principio. De repente, quizás rompiendo ese momento, o puede que sólo aportando otro matiz, me lancé contra su pecho, cobijándome en él. Lo abracé tan fuerte como pude, y él me devolvió el abrazo. Sentí sus labios en mi pelo, su mano recorriendo mi espalda y su calidez envolviéndome. Lo besé. Lo besé de nuevo y lo volví a besar. En los labios, en las mejillas, en la frente, el cuello, los dedos, los brazos, y en todos los lugares que tenía descubiertos. Sin apenas esfuerzo, me levantó y me llevó en brazos hasta la cama, donde me depositó suavemente. A través del enorme ventanal vi cómo nuevos copos volvían a caer. Él se acurrucó junto a mí, con su cabeza sobre mi pecho, sin dejar de abrazarme. Comencé a cantarle en susurros, sin alzar la voz, mientras dejaba que mis dedos se internasen en su pelo y bajaran después por su cuello, su espalda, sus brazos, y subieran de nuevo, una y otra vez. Nos dormimos, pero no recuerdo qué soñé, imagino que nada, ya no podía desear nada mejor, ninguna ilusión podría compararse a la realidad, a aquel momento de perfección en el que mi corazón dejó de ser mío. Sabía que ahora él lo cuidaría mucho mejor.
                                                                                                       Inma*

sábado, 26 de noviembre de 2011

It smells it's going to rain

-Parece que va a llover -un chico caminaba junto a una chica, con las manos en los bolsillos, levantando la vista hacia el cielo gris que se oscurecía cada vez más.
-Sí, eso parece -dijo ella, viéndolo por primera vez. Ni siquiera se había dado cuenta de que iba junto a ella. 
Él la miró a los ojos y le sonrió. Ella sonrió.


El cementerio estaba prácticamente desierto. Había muy poca gente visitando a sus seres queridos. Entre aquel silencio, un anciano se abría camino a pasos lentos y cortos, apoyándose en un bastón. Parecía cargar sobre sus espaldas con toda una vida de dolor. Nadie reparó en él. Nadie parecía conocerle. En su mano izquierda llevaba una única rosa roja sin espinas. Sabía muy bien a dónde iba, y no necesitaba guiarse por los números de las calles o por alguna señal que indicase en cuál debía detenerse. Había recorrido ese camino demasiadas veces. Giró hacia la derecha y se detuvo frente a una de las tumbas centrales. Contra la piedra blanca que, misteriosamente, permanecía impoluta, destacaba la foto en blanco y negro de una chica joven que sonreía. No debía tener más de 30 años cuando fue tomada y, sin embargo, los ojos parecían los de una niña. Sobre la lápida se leían su nombre y las fechas de inicio y final de su vida. El anciano sonrió al contemplar su rostro. Suspiró y dejó escapar una lágrima que no fue recogida.
-Siento no venir muy a menudo -murmuró, intentando que nadie de los que había a su alrededor pudiese oírlo-, pero cada vez me cuesta más andar y mis débiles rodillas casi no soportan mi peso, me duelen mucho. Aún así, hoy es tu cumpleaños y no podía dejar de venir a visitarte. Felicidades, cariño.
Hizo una pausa, recordando esos días 3 de enero hacía más de cincuenta años, cuando aún se recordaban felizmente. Esos recuerdos lo desgarraron por dentro, cada vez que pensaba en ellos deseaba ir a hacerle compañía a donde quiera que estuviese.
No habían podido compartir muchos buenos momentos juntos. Jamás podría pensar en el día de su boda, el nacimiento de sus hijos ni en el de sus nietos, porque nunca habían ocurrido. Nunca podría irse a la cama feliz, sin llorar, porque el otro lado de la cama estaba frío y vacío, y ella yacía tirada en el asfalto, cubierta de sangre, diciéndole: "Jake, te quiero, y siempre te querré... siempre" con esa voz tan débil que casi no entendía. Nunca dejaría de sentir dolor.
Sus ojos vidriosos le impedían ver el rostro de su amada, pero no lo necesitaba; era capaz de recordarlo nítidamente. Parecía estar viéndola junto a él, con sus blancos brazos abrazándolo por la espalda como solía hacer, dándole un fugaz beso en el cuello y haciéndole cosquillas con su melena castaña. Esa visión hizo que necesitara apoyarse en el bastón aún más fuerte, o de lo contrario caería. 
Se inclinó todo lo que sus deterioradas piernas le permitieron y depositó la rosa sobre la tumba. Besó su mano y la apoyó en ella.
De pronto, un trueno rugió a lo lejos y, levantando la vista hacia las nubes negras, murmuró:
-Vaya, Rose, parece que va a llover.
                                                                                             Inma*

sábado, 5 de noviembre de 2011

Matar a un Ruiseñor

(...)
-No, todo el mundo tiene que aprender, nadie nace sabiendo. Walter es tan listo como le permiten sus circunstancias; a veces se retrasa porque tiene que quedarse en casa a ayudar a su padre. No tiene ningún defecto. No, Jem, yo creo que sólo hay una clase de personas. Personas.
Jem se volvió de mal humor. Cuando se sosegó tenía el semblante nublado. Se estaba hundiendo en una de sus depresiones, y yo me puse recelosa. Sus cejas se juntaron; su boca se convirtió en una línea estrecha. Durante un rato estuvo callado.
-Eso pensaba yo también -dijo por fin- cuando tenía tu edad. Si sólo hay una clase de personas, ¿por qué no pueden tolerarse unas a otras? Si todos son semejantes, ¿cómo se salen del camino para despreciarse unos a otros? (...)






                         Este texto pertenece al libro "Matar a un Ruiseñor", de Harper Lee, que recomiendo 
                         a todo el mundo. Me pareció interesante esta reflexión, y teniendo en cuenta que últimamente 
                         no tengo tiempo ni para respirar, aprovecho para compartirla con los que me leáis. :)

lunes, 31 de octubre de 2011

I wanna run away

Y llega un momento en el que no sabes qué hacer... todo el mundo piensa sólo en sí mismo. Todo el mundo menos tú.

viernes, 21 de octubre de 2011

Winter and Summer II

Georgina se apresuró a descubrirle la herida y curársela, no era nada grave, más bien escandaloso. Había mucha sangre, pero el rasguño no era mayor que un corte producido por un cuchillo. Sólo cuando hubo acabado de vendarle y se hubieron sentado juntos al calor del hogar, frente a unas humeantes tazas de chocolate caliente que ella había preparado, Gerogina reparó verdaderamente en su aspecto. Era alto, de complexión fuerte, tez morena, al igual que el cabello, y de ojos tan marrones como el bosque que los rodeaba. Sus manos eran grandes, y estaba segura de que una de ellas podría levantarla sin esfuerzo. Contrastaba con ella, tan pálida, las mejillas siempre sonrosadas y el pelo rojizo que destacaba sobre su piel. Pequeña y delgada, jamás habría podido detener esa mano que la agarrase, aunque tampoco sentía el deseo de hacerlo. Aquel hombre también la miraba, de reojo, intentando sin éxito que no se diera cuenta, y calculando cuánto tiempo tardaría en acercar sus labios, levantarla en peso y tumbarla en la cama. Mientras su mirada ascendía por su cuello, y se paraba en sus ojos, grises como perlas, ella, sintiéndose observada, lo miró directamente, sin ningún pudor, mas al notar la calidez de esos ojos abrasadores, avergonzada, giró de súbito la cabeza, dejando caer la taza, que se rompió en mil pedazos, cubriendo la alfombra de espeso chocolate.
-¡Oh! -fue todo lo que acertó a decir.
Ambos se agacharon rápidamente para limpiar aquel estropicio, y entre el desorden, la mano de ella se posó sobre la de él. Cuando Georgina fue a retirarla, él la sujetó firmemente y se quedó observándola con preocupación. Estaba llena de heridas, la piel cortada por el frío y con durezas debido a los trabajos tan duros a los que se tenía que someter diariamente. Echó un rápido vistazo al fuego y dijo:
-¿Toda esa madera la has cortado tú?
Ella asintió y él, moviendo la cabeza de un lado a otro con pesadumbre, se acercó la descuidada mano a sus labios y la besó dulcemente, como nunca nadie lo había hecho. Georgina, en agradecimiento, pasó la otra por su rostro, tropezándose con el vello incipiente de su mentón. En ese momento, los dos estuvieron seguros de los pensamientos del otro, y dejaron paso al deseo, uniéndose así invierno y verano, mientras fuera comenzaban a caer diminutos copos de nieve que antes de llegar al suelo serían fundidos por el sol, entrometiéndose cálidamente en una estación que no le correspondía.
                                                                                                                Inma*

sábado, 15 de octubre de 2011

Winter and Summer I

Georgina salió al porche. Una ráfaga de aire gélido la recibió, acorde con la estación invernal. El paisaje verde se había convertido en un espeso manto blanco que reflejaba los tibios rayos de sol cegando a la muchacha, que se puso la mano derecha sobre los ojos a modo de visera.
-Qué hermoso... -murmuró para sí, ya que nadie más podía escucharla en aquel desierto de hielo.
Se ciñó aún más la gruesa capa de lana en torno a su cuerpo y se dirigió a la vieja mecedora que, a pesar de haber pasado por las manos de dos generaciones, se mantenía como nueva. Los listones de madera crujieron bajo sus pies, los cuales se movían torpemente, a pasos cortos y pesados, como si más que a una joven, perteneciesen a una anciana. Cogió el releído libro y, tras desdoblar sus arrugadas páginas, continuó leyéndolo aunque se lo sabía de memoria. A lo lejos se escuchaba el débil piar de algunos pájaros que, muy probablemente, no resistirían por mucho tiempo aquellas temperaturas, al contrario que Georgina, acostumbrada a soportar el frío. De pronto, ese cantar fue interrumpido por unos golpes secos en la distancia, pesados y acompasados, que se acercaban. Georgina levantó la vista y reconoció una figura oscura a lo lejos. Poco a poco esa mancha se fue haciendo más grande, hasta que se pudo apreciar la silueta de un hombre. Parecía estar herido, pues se sujetaba el brazo izquierdo con el derecho. Georgina se incorporó y ayudó al hombre a subir los escalones del porche.
-¿Qué le ha ocurrido? -preguntó al ver la ropa, manchada de sangre y desgarrada a la altura del hombro.
-¿Sabía usted que por estos bosques hay lobos? -dijo éste entre jadeos, pero aún así, con tono jovial y hasta un tanto divertido.
-Claro que sí, todo el mundo aquí está enterado y prevenido.
-Bien, pues yo no tenía idea alguna.
(...)
                                                                                                                                                     Inma*

martes, 4 de octubre de 2011

El mejor momento de mi vida. Todo es perfecto, lo que habitualmente me suele deprimir ya no tiene importancia en absoluto. Hasta las cosas malas tienen un final feliz, que compensa todo en todos los sentidos. FELICIDAD. Esa es la única palabra que acude a mi cabeza. Mejor dicho, que acudía. Ahora todo empieza a revolverse de nuevo, esa felicidad sólo me importaba a mí. Vuelvo a tener que satisfacer a los demás antes que a mí misma. ¿Por qué seré así? Quiero sentir esto plenamente, que les importe también al resto. Quiero ser feliz.
                                                                                                                                Inma*

                                                                                          Soso, y quizá raro, pero es lo que ahora siento

miércoles, 28 de septiembre de 2011

A cup of tea will be enoguh to dream about yesterday

El viejo reloj de pared dio la hora en el mismo instante en el que unas arrugadas manos depositaban la taza de porcelana sobre el platito a juego, colocado sobre la mesa. Aquel oscuro se podía oler desde todos los rincones de la casa, formaba parte de ella. También en sus prendas se percibía ese aroma. "La vieja Nana y su olor a hierbas", solían decir sus hijos. Pero de eso hacía ya mucho tiempo. Ahora sólo sus imágenes la observaban sonriendo desde el aparador, y nadie más que su gato Leo podía aún aspirar el vapor aromatizado. La anciana dio el primer sorbo, pero su paladar ya no era capaz de saborear el deliciosocomo antes, y no podía más que recurrir a los recuerdos. El peludo Leo trepó hacia su regazo, ofreciéndole el lomo. Nana lo acarició con cariño, imaginando que se trataba de uno de sus nietos. 
-¿Sabes, Leo? Ya no vienen a visitarme. Nunca se acuerdan de mí. ¿Cómo estará el pequeño Timmy? ¿Y Lily? El mes pasado fue su cumpleaños. Trece primaveras, nada más y nada menos. No me dejaron su teléfono cuando se marcharon de Minnesota. Nadie me quiere, Leo. Nadie quiere a una vieja chocha. Sólo tú. 
Como afirmando esas palabras, el animal se frotó contra ella y enterró la cabeza bajo su brazo.
-Sí, Leo. Sólo tú.
Acabó el té y se dirigió a la mecedora, con las maderas ya gastadas por el uso. Se recostó en ella y, con los ojos cerrados, comenzó a balancearse. Una lágrima, solitaria igual que ella, comenzó a rodar por sus mejillas, perdiéndose en alguna arruga. Con aquel suave balanceo, la vieja Nana se fue alejando de ese aroma tan familiar, de su gato Leo, que maullaba tibiamente junto a ella, contemplándola con sus ojos verdes, y, finalmente, de sus recuerdos, lo único que le quedaba.
                                                                                                      Inma*



martes, 13 de septiembre de 2011

I can't forget you

Finalmente me independicé. Compré una casa cerca del mar, con balcón en el dormitorio principal, como tú querías. Desde allí se ve el puerto. Es hermoso asomarse por él al atardecer y ver llegar los barcos. Muchas veces me quedo dormido allí, con el sonido del oleaje que me duerme como si de una nana se tratase, arropado por la luz del faro que me aparta de la oscuridad. Los primeros rayos de sol me despiertan temprano, suavemente. Me recuerdan a ti, desprendiendo ese tibio calor tan agradable. Sin duda, ese es el mejor lugar de la casa, el más cercano a la libertad. No hay ningún límite visible, la vista llega tan lejos como es posible. Sin embargo, el interior de la casa me agobia. Sus paredes me oprimen, las habitaciones parecen empequeñecerse a mi paso. Ahí no hay luz. Todo es oscuro sin ti. Oscuro y gris, igual que ese día 15. Sé que tu casa debe ser mucho más bonita, por el simple hecho de que tú estás allí. Tú le das el color, la luz, la vida, la conviertes en un hogar. Y yo... yo no puedo más que envidiar a quien te tenga desde este balcón, soñando que soy yo el que ahora mismo te abraza ahí abajo, mientras observáis cómo atracan los barcos, disfrutando de la misma vista que yo. 
                                                                                                              Inma*


viernes, 26 de agosto de 2011

Alone

Esta entrada es un texto que envié al concurso de un blog. No hubo suerte, pero espero que os guste. Quizá sea algo largo, pero me gustaría mucho que lo leyerais y me dierais vuestra opinión. Gracias de antemano :)


Corría sin cesar, aplastando las hojas secas con fuerza y rabia, como si con ello tratase de expulsar todos esos sentimientos de mi mente, borrar cada una de las palabras pronunciadas unos minutos antes.
No volví la vista atrás ni una sola vez, el sonido de las pisadas ya se había alejado. Sin embargo, no podía detener mi carrera, quería alejarme lo máximo posible de aquel demonio tan hermoso, tan bello, aquel ser al que había amado y ahora despreciaba.
-Siento tanto que esto acabe así…
-…
-Me resulta muy duro decirte esto, pero…
-…
-…lo lamento, ya no siento lo mismo por ti.
-…
En ese instante me giré y comencé a correr, enfilé la calle, que estaba totalmente desierta, e hice caso omiso de sus gritos y llamadas. ¿Para qué me quería ya? Cada vez que oía mi nombre salir de sus labios el corazón se me encogía, y con cada apretón sentía un inmenso dolor. Qué importaba el frío. Qué importaba el cansancio. El dolor físico no era comparable al emocional. De repente me vi tendida en el suelo, con las rodillas clavadas en él. Un aspersor sobresalía tímidamente, y yo no lo había visto. Intenté incorporarme, pero los brazos me fallaron, y di de bruces contra el suelo. Me encontraba muy débil. Cambié mi postura y quedé boca arriba, contemplando el cielo gris. Anochecía, y los truenos lejanos avecinaban tormenta. Comencé a llorar casi a la vez que el cielo. Mis lágrimas se confundían con las gotas de lluvia. Lloraba ruidosamente, se podría decir que de forma escandalosa. Mi cuerpo se encogía y estiraba con cada convulsión, y el pelo se me pegaba a la cara, arañándome los ojos, que, aún así, mantenía cerrados. El diluvio se incrementaba, pero no me importaba en absoluto. Ojalá y todo se hubiese derrumbado en ese preciso instante, que cayeran rayos, que los edificios se desmoronasen sobre mí, que se hundiese la tierra bajo mi espalda, y me tragara, y así no tuviera que enfrentarme al dolor. ¿Por qué? ¿Por qué había me pasaba esto? ¿Qué había hecho mal? Siempre se lo había dado todo, lo mío era suyo, su felicidad significaba la mía de forma inmediata. Si sufría, yo lo hacía con él, lo único que me preocupaba era que fuese feliz, para mí eso era más necesario que respirar. Y ahora, ¿qué me quedaba? Sí, ¿qué tenía? La ropa llena de barro y las rodillas raspadas. Y mucha falta de oxígeno.
Casi gritaba. Mis manos agarraban la hierba empapada desesperadamente, hundí mis dedos en la tierra tratando de aferrarme a algo, algo sólido que me mantuviese unida a la vida, algo que no pudiera esfumarse. Pero esos hierbajos tampoco me acompañarían para siempre. Todo se acaba. Mi vida, tarde o temprano, tiene que acabar. ¿Y qué importa si es un poco antes de tiempo? ¿Quién no me dice que, diez minutos después, no me va a caer una teja en la cabeza, o me atropellará un autobús? Quizá sea mejor ponerle las cosas fáciles al destino. Todo se acaba. Todo pasa. Sí, todo pasa. Pero deja las huellas de ese paso. Un vacío, un abismo por el que precipitarme.
-¡OH, MIERDA!
Me incorporé llena de furia, golpeándome los muslos con los puños bien apretados. Me hacía daño, pero de alguna forma ese dolor me reconfortaba. No dejaba de llover. Me aparté el pelo de la cara, y, como una niña pequeña, apoyé la frente en las rodillas, abrazándome las piernas, balanceándome adelante y atrás, tratando de calmarme.
Sola.
Así estuve un buen rato, hasta que apareció el agotamiento. Tenía mucho sueño, pero no tenía fuerzas ni para levantarme. Nadie vino preocupado preguntándome qué me pasaba. A nadie le importaban mis lágrimas quemándome las mejillas. No había nadie en esa maldita calle. Y él… a él le fueron suficientes unos cuantos pasos tras de mí para convencerse a sí mismo de que se había preocupado. Que había hecho todo lo posible. ¿Qué le importaba? Ahora era feliz. Lo que a mí me desgarraba las entrañas, a él se le antojaba un bálsamo que le aportaría la alegría que yo no había sabido darle. Mientras, todo a mi alrededor era en blanco y negro.
Sola.
Ni una sola persona a la que contarle lo que me ocurría, ni un solo hombro en el llorar. Mis únicos amigos eran el viento y la lluvia, que traían con ellos la soledad, la calma, la paz que necesitaba. Nunca más volvería a confiar en las personas. Ellas te traicionan, se aprovechan de ti, y luego te dejan deshecha en medio de la nada. Sólo tú misma eres capaz de entenderte. Sólo tú eres suficiente. Suficiente para vivir. Suficiente para morir. Suficiente para soñar. Para llorar. Para reír. ¿Suficiente? Quizás no lo era. Quizás este sea mi final. Sola.
                                                                                                                  Inma*


lunes, 22 de agosto de 2011

I don't care what you think


-Pero, ¿qué te importa?
Silencio.
-¿Tú me quieres?
Levanto la cabeza bruscamente y contesto , casi ofendida:
-¡Claro!
-¿Entonces?
-No sé, no me gusta que hablen, los murmullos… los detesto.
-Te repito: ¿qué te importa? Que murmuren, que hablen, ¡que griten! ¿Sabes qué? Que me da absolutamente igual, de hecho, me gusta.
Ojos como platos.
-¿Te gusta?
-Sí, me gusta, porque sé lo que dicen: Mirad a estos dos, siempre juntos, siempre besándose… Siempre felices. Siempre enamorados. Empalagosos. ¿Y qué? Aburridos ¿Y? ¿Es eso malo? ¿Es malo que nos queramos?
Atisbo de sonrisa.
Me tomas la barbilla y enfrentas nuestros ojos.
-¿Lo es?
Murmuro.
-No.
-¿Cómo?
-Que no, que tienes razón, que te quiero, que te adoro, que hablen, que nos envidien… que vengas aquí.

                                                                                                            Inma*

martes, 16 de agosto de 2011

H.B.

¡Hoy este blog cumple 1 año! 




                                                                      Soplad las velas y pedid un deseo...

martes, 9 de agosto de 2011

We will be strong enough


Tienes que ser fuerte. Tienes que ser fuerte por mí, porque yo no lo soy. Cuando veas mis lágrimas caer deberás controlar las tuyas, secarlas con manos firmes y sonrisas sinceras. Deberás dejar a un lado tus verdaderos sentimientos e intentar que no te los note. Tendrás que lidiar con tu pena y con la mía, evitar que me derrumbe a pesar de que tú estés a punto de hacerlo, sacar de donde sea palabras de consuelo, frases que me animen, aunque ni tú mismo las creas. Combate mi negatividad con tu alegría, úsala como tu arma más potente contra mí, tienes que hacer las veces de hombro para que me apoye en él a llorar. No me dejes sola ni un segundo, o la debilidad me engullirá. Ayúdame a luchar contra ella, piensa que es la única forma de olvidar los problemas. Y si no puedes más, si ya no soportas el dolor, si algo te afecta en mayor medida que a mí, entonces yo seré todo esto para ti. No te tiendo mi mano, porque ya está firmemente agarrada a la tuya. Nunca dejaremos que la tristeza se interponga entre nosotros, prométeme que no te dejarás vencer. Prométemelo.
                                                                                                             Inma*


martes, 26 de julio de 2011

After all this time, memories come back to me

Entraron tras aquel hombre tan cuidadosamente vestido, con camisa y corbata, pero sin chaqueta, debido al intenso calor del mes de julio. La entrada era bastante amplia, con la escalera principal justo enfrente de la puerta, y un espejo ovalado a la derecha. Cris se contempló en él, y se dio cuenta de que esa mañana había olvidado peinarse. Siguió a su familia observando a su alrededor con curiosidad, tratando de imaginarse en cada una de las habitaciones, y sintiendo que encajaría allí. El salón era perfecto, amplio y luminoso, con unos grandes ventanales cuya luz hacía resplandecer las lisas y desnudas paredes. Pero lo que la enamoró completamente fue el piso superior, con ese aire antiguo y solitario, que quizá se percibía a causa de haber estado abandonado tanto tiempo. Cris entró a la que bautizó como su habitación, pintada en un tono rosa palo tan claro que parecía blanco. No había ningún mueble, salvo una vieja y carcomida cómoda sin más decoración que una espesa capa de polvo. Sin embargo, ella ubicó mentalmente la cama, el armario, un escritorio y un sillón, que colocaría bajo la ventana, para poder sentarse en él a contemplar las estrellas de noche. Todos habían pasado ya a otra habitación, pero ella se acercó a la ventana, que daba al patio trasero, donde se mecía suavemente un viejo columpio que estaba a punto de caerse. Cuando se giró, sus ojos se dirigieron al pie de la cómoda, debajo de la cual sobresalía un papel amarillento. Se agachó para cogerlo, y comprobó que se trataba de una fotografía en blanco y negro, muy estropeada, en cuyo reverso se podía leer: Para Claude, con todo mi afecto. 1933. En ella aparecía un chico de no más de veinte años con la expresión muy seria, de pie tras un diván, con la mano derecha reposando sobre éste. Era muy guapo, y, aunque la calidad de la foto dejaba mucho que desear, Cris pudo apreciar en su mirada cierta nostalgia o tristeza que lo hacían aún más misterioso. Se preguntó si él habría sido el antiguo propietario de la casa, o si ésa foto pertenecería a alguno de los anteriores inquilinos. Una oleada de melancolía la invadió súbitamente, pero eso sólo sirvió para que aquel sitio le gustase aún más. Al terminar de ver el resto de la casa, salieron todos fuera, a la calle, y, ya en la acera, Cris se topó con un anciano que la miró con unos ojos azules donde se podía leer la misma tristeza que en la foto que ahora descansaba sobre la cómoda.
                                                                                                                   Inma *

lunes, 25 de julio de 2011

She's blind



-Es patético cómo la miras con esos grandes ojos de cachorro. Ella ni siquiera te ve. Sólo espero que algún día...
-¿Sabes lo que espero yo, Lacey? Espero que te enamores.
Ella parpadeó, sorprendida.
-Espero que algún día te enamores de un chico que mire a través de ti. 


                                                                     Este fragmento pertenece al libro Almas Gemelas
                                                                                            que, la verdad, no es nada del otro mundo, pero me 
                                                                                             ha gustado esta frase, y espero que a vosotros también :)

miércoles, 13 de julio de 2011

Love Story

"-Cuando nuestras dos almas se alcen altivas y fuertes, cara a cara, en silencio acercándose más y más, hasta que la llama del amor se apodere de los bordes de las alas extendidas, ¿qué amarga injusticia terrenal puede surgir que turbe nuestra dicha eterna? ¿No crees que al subir a lo alto, los ángeles podrían coaccionarnos, enturbiar con sus cánticos celestiales la calma de nuestro profundo y amado silencio? Será mejor seguir aquí, en la tierra, amado mío, donde los adversos estados anímicos del hombre se baten en retirada y, aislando los espíritus puros, crean un lugar donde vivir y amar durante un día, con las tinieblas y la hora de la muerte aleteando alrededor. 


-Te doy mi mano. Te doy mi amor, más preciado que el dinero. Te doy todo mi ser, ante la fe y ante la ley. ¿Quieres darte a mí? ¿Quieres acompañarme en mi camino? Permaneceremos siempre unidos, mientras duren nuestras vidas."
                                                                                                               Love Story



viernes, 1 de julio de 2011

Rainy day

Era uno de esos días que no merecen ser recordados. Un miércoles igual al miércoles anterior, idéntico al miércoles siguiente. Además llovía. Lena resopló, con la cabeza apoyada sobre la palma de la mano, mirando por la ventana del aula que, poco a poco, se iba llenando de gente. A su lado Jim, al que conocía únicamente de las clases de literatura, y con el que no había hablado más que para pedirle prestado un bolígrafo, le preguntó qué ocurría.
-Odio los miércoles -respondió ésta, sin dejar de mirar por la ventana y sin cambiar ese gesto de infinito aburrimiento-. Son un asco, están justo en medio de la semana. 
Él rió.
-Bah, no te preocupes. Sólo quedan dos horas de clase. 
-Dos interminaaaaables -alargó mucho la 'a'- horas -dejó resbalar el brazo, estirándolo sobre el pupitre y haciendo que su cabeza quedase tendida encima de éste.
Jim le acarició suavemente la nuca, tratando de animarla, aunque, sin quererlo, desencadenó así un torrente de sentimientos en Lena que se instalaron en su estómago. Se quedó petrificada apenas unos segundos, y, rápidamente, se envaró, mirando al frente. Jim, con la mano aún extendida en el aire, no supo muy bien qué había hecho mal, y también se removió en su asiento. Tras unos instantes, la miró y le preguntó si le ocurría algo.
-Nada -dijo ella, con la vista fija en un punto lejano y escogido al azar-. Que a ver si se pasan rápido estas clases.
Y, mientras Lena luchaba por controlar las mariposas que bailaban descontroladas en su estómago, Jim se esforzaba por disimular esa pícara sonrisa que sólo él sabía poner.
                                                                                                                     Inma *

domingo, 26 de junio de 2011

Eighteen candles

Por mucho que pensara, no encontraba recuerdos suficientes para llenar dieciocho años, aunque a la vez sentía que había demasiados. En su cerebro se agolpaban sentimientos, emociones, sensaciones, pensamientos, deseos, metas, logros, sueños... todo lo sucedido a lo largo de su vida. Había sentido alegría y felicidad, tristeza, dolor, la pérdida y el encuentro, la emoción de descubrir lo nuevo y el miedo a fallar, se había encontrado vacía y, finalmente, completa, angustiada, renovada. Había experimentado un gran orgullo de sí misma al conseguir sus objetivos, sin embargo, también la decepción. Había amado y la habían amado, había odiado, aunque algo menos, se había compadecido y había sentido desprecio. Se había buscado y empezaba a encontrarse. Por eso los dieciocho no le suponían algo importante, no más que cada año anterior, o cada año que estuviese por venir. Sentía que apenas había empezado a caminar, y sólo sabía que aquel era el camino correcto. Sopló las velas y pidió que ese año fuera aún mejor que el anterior.
                                                                                                                      Inma *


                                                       Debería haber escrito esta entrada el 
                                                       lunes pasado, pero en fin, demasiadas cosas que hacer y algunos  problemillas con el blog :)                                                                 

martes, 7 de junio de 2011

Dying a little bit more

-¿Qué crees que pasará ahora? -preguntó esa vocecita aguda, dejando entrever un deje de pánico.
-No lo sé -respondí yo, seca, calmada y apática.
Permanecimos un rato en silencio, y entonces escuché sus gimoteos.
-¿Qué ocurre?
-Me... me duele -dijo entre sollozos.
Quise acariciarlo, alargué la mano en la oscuridad, pero no encontré más que vacío. Mis dedos sólo agarraban aire.
-Tranquilo, pronto pasará todo.
Poco a poco sus lloriqueos se iban apagando, ya no podía percibir ni sus suspiros, y a la vez, el intenso dolor que también a mí atacaba desaparecía, pero no encontraba calma en su lugar, no me sentía bien, sólo entumecida, tenía la sensación de estar entrando en un túnel. Enseguida dejaría de sentir, mi corazón ya no lo hacía, ya no lo escuchaba, se había abandonado a esa oscuridad, y pronto yo lo haría también. Sin tí, qué importaba ya.
                                                                                                                          Inma *

martes, 31 de mayo de 2011

You were there, behind the pain

Esa mañana, como siempre, el sol había salido demasiado temprano. Era demasiado temprano para enfrentarme a la realidad de nuevo. Muy a mi pesar salí de la cama, lo único que me aportaba calidez en los últimos meses. Fuera de ella todo estaba frío. Todo era frío, lejano y distante para mí. Cada cosa estaba ahí, en su lugar correspondiente, y todo parecía encajar menos yo. Me preparé un café, aunque no creía que pudiera calentarme. Salí al jardín y abrí el buzón. Un puñado de facturas, nada más. Antes de entrar, con la taza aún en la mano, me quedé contemplando la calle todavía desierta que se extendía ante mí. Ni un coche pasó, ni siquiera un perro perdido. No se oía un triste pájaro piar. Sentí el frío matutino como si se tratase de la soledad que acechaba tras de mí y se extendía a mi alrededor adueñándose de todo. Con un imperceptible suspiro me giré y entré en casa. Dejé las cartas en el aparador de la entrada, pero una cayó al suelo. Me agaché a recogerla y me quedé paralizada cuando reconocí la letra. Aquella no era una factura, no era una carta oficial. Me senté con las piernas cruzadas y la abrí sin poder contener la emoción, ávida, deseando que contuviera las palabras que tanto había esperado oír de tus labios. Y las leí. Las letras se agolpaban una tras otra inundando mis pupilas, no sabía muy bien lo que estaba leyendo, pero entendía perfectamente lo que esas líneas querían decir. De repente percibí el olor del café y sentí la calidez del sol a través de las delgadas paredes. Volví a sonreír después de mucho tiempo sin encontrar un motivo para hacerlo. El sonido del timbre me asustó. Pero no podía ser... ¿tan pronto? Abrí y me encontré con tus ojos mirándome, tu sonrisa me contagió, e hizo a mis brazos enroscarse en tu cuello, fundiéndonos en el abrazo que me trajo de vuelta a la realidad, recordándome que nunca es demasiado pronto para el sol.
                                                                                                              Inma *


domingo, 29 de mayo de 2011

Going crazy

 
 Because I was too shy and you made me wild

miércoles, 25 de mayo de 2011

Premio!

Hoy me he llevado una sorpresa cuando he visto que Ana me ha dado mi primer premio ^^. Me hace mucha ilusión, así que ¡muchísimas gracias! Ahora a mí me toca seguir estos pasos:

1. Pon esta increíble foto en tu blog

2. Busca el minuto 15 de la última película que hayas visto y apunta en tu entrada una frase que digan:
"¡Corre Forrest! ¡Márchate! ¡Corre Forrest, corre!" (sí, es Forrest Gump y probablemente la frase más conocida de la película)
3. Di los colores que te inspira el día: azul y verde, es un día muy despejado :)
4. Nomina a 12 blogs, el siguiente que nomine a 11, el siguiente a 10, el siguiente 9...
Siento romper un poquito las reglas, pero no voy a nominar a tantos blogs, más que nada por falta de tiempo, ¡lo siento mucho! Estos son los blogs premiados:

 Muchos besitos a todos, intentaré hacer alguna entrada pronto, si me dejan los exámenes :P

sábado, 30 de abril de 2011

Six feet underground


La lluvia resbalaba por los negros paraguas de aquellos que los habían llevado. El cielo parecía oscurecerse cada vez más sobre el pequeño cementerio. Alrededor de unas 15 o 20 personas se reunían en torno a un robusto ataúd, de entre las cuales destacaba el hábito blanco del sacerdote. Los asistentes masculinos permanecían serios y firmes, aguantando aquel diluvio, mientras que las mujeres no podían evitar emitir algún que otro sollozo, o que se les escapase una lágrima. Pero había un espectador más. Una chica joven, situada a unos cien metros de la multitud, y sentada sobre una vieja lápida, observaba en silencio la escena. No podía oír las palabras del cura, pero no le hacía falta. Ella le estaba dedicando su propio discurso de despedida al hombre al que más amó, mucho más que aquella del centro de la que sólo se veía una gran pamela, y muchísimo más que aquellos que sólo estaban allí por cumplir. Mentalmente le prometió que todo seguiría igual, que continuaría queriéndolo con la misma pasión con que siempre lo había hecho, que cada gesto que hiciera o cada sonrisa que esbozara se los dedicaría a él, que nunca le olvidaría y que permanecería vivo con ella. La viuda se agachó y tomó un puñado de tierra que después depositó sobre el féretro, y la joven se vio a sí misma arrancando parte del mojado césped y lanzándolo al vacío. Poco después, la multitud comenzó a dispersarse, pero ella esperó, y cuando no quedó nadie se acercó lentamente, viendo a duras penas a través de la lluvia, para caer arrodillada sobre el aún desnivelado montón de tierra. No podía creer que estuviesen tan cerca, pero a la vez tan lejos. Se despidió con un beso que nadie recibiría nunca y se marchó de allí para jamás regresar, aunque su alma quedó enterrada en ese mismo lugar, a seis metros bajo tierra, dentro de un ataúd de roble, junto al hombre de su vida.
                                                                                                                   Inma *

sábado, 16 de abril de 2011

Excluded

Estoy aquí sentada, rodeada de gente, pero me siento tan invisible que casi llego a creer que realmente no estoy. Nadie me mira, ni me habla. La gente pasa por mi lado y ni me roza, y quizás sea porque ya ni mi mente funciona a una velocidad normal, pero la noto como vendabales a mi alrededor. Mi mirada, fija en un punto perdido, y mi mente completamente en blanco. Ya me he cansado de pensar y llegar a conclusiones inconclusas y deprimentes sobre la vida. El murmullo es general, pero mis oídos embotados no registran ningún sonido más allá del de los latidos de mi corazón y mi lenta y acompasada respiración. Todo ocurre junto a mí, y todo se desarrolla sin que yo mueva un dedo o simplemente cambie mi postura, pero es que esta losa que hay sobre mi pecho pesa demasiado, y nadie tiene un segundo para pararse a ayudarme.
                                                                                                                   Inma *

miércoles, 13 de abril de 2011





                                                                                                                                         I'd probably still adore you with 
                                                                                                                                             your hands around my neck
                                                                                                                                                            Arctic Monkeys

viernes, 8 de abril de 2011

Actually, I'm not here anymore

And all the while, I feel I'm standing in the middle of a crowded room, screaming at the top of my lungs, and no one even looks up

jueves, 31 de marzo de 2011

Puedo ver mi pecho abierto en canal. Tu sonrisa de satisfacción me contempla desde arriba, llegando a parecerme más bien sádica. Te gusta verme sufrir. Noto tus manos rebuscando entre mis entrañas, hasta que, por fin, encuentras lo que buscas. Con un enérgico tirón arrancas de mí lo único que quedaba de tí, pero yo ya no soy capaz de sentir nada. Sostienes mi corazón entre tus manos, sobre mi cara. Aún late fuera de su cavidad, aunque no sé cómo puede hacerlo estando en contacto contigo. Noto cada palpitación con un fuerte pinchazo que me va matando. Te alejas de una vez por todas, abandonándome en mi agonía, dejándome perecer sin mostrar una mísera compasión, siendo fiel a tu comportamiento habitual.

                                                                                                    Un poco gore, quizá... Sorry xP         
                                                                                                                               Inma *

domingo, 27 de marzo de 2011

Tender

Quiero recordar este momento, pensé, pero sin decirlo en voz alta.
Estábamos sentados en el suelo, con las piernas cruzadas, uno frente al otro, y su mano izquierda descansaba entre las mías. Yo acariciaba la palma con las yemas de mis dedos tratando de hacerle cosquillas, pero desgraciadamente sin conseguirlo. Él me miraba fijamente a los ojos, pero yo, turbada, bajaba la mirada a menudo. Me moría de ganas de desplazar la mano fuera del perímetro que yo misma había fijado, recorrer su brazo y acabar enroscándola entre su cabello despeinado y ensortijado en algunas zonas, de ese tono dorado adquirido por el reflejo del sol. Después bajaría por su nuca, su espalda, y volvería a subir hasta sus mejillas, su nariz... Cuando me dí cuenta llevábamos ya un rato sosteniéndonos la mirada, y él me sonreía mientras yo premanecía embobada contemplando esos ojos castaños. La noche comenzaba a caer, y el frío se presentó en un ligero escalofrío, tras el cual, él agarró mi mano y me acercó a su pecho, acogiéndome entre sus brazos, acunándome suavemente. La gente que había alrededor ya se iba, pero nosotros no nos levantamos. Allí nos quedamos, alargando ese momento incomparable y maravilloso, que, siendo tan simple, hizo girar mi vida 180 grados.
                                                                                                                    Inma *

viernes, 25 de marzo de 2011

                   No puedo querer a quien me hace llorar

viernes, 18 de marzo de 2011

Love?


Es un pensamiento que me asalta a cada instante, en el momento menos pensado. Me deja traspuesta y con un leve rubor en las mejillas. Me hace perder el hilo de lo que estoy haciendo y me quedo con ganas de más, intranquila pero al mismo tiempo llena de energía. Mi estómago salta en la barriga y noto nervios por algo que no sé qué es. Me dan escalofríos y se me escapa una sonrisa. Y automáticamente se esfuma. Se presenta a su antojo, es algo vivo que no forma parte de mí y que no puedo controlar. Hace conmigo lo que quiere sin dejarme tomar parte. Y yo no puedo más que dejarme llevar.

                                                                                                                      This love has taken its toll on me
                                                                                                                                                               
                                                                                                                                                                                Inma*

domingo, 13 de marzo de 2011

Forget it all

¿Cómo puedo cicatrizar si no siento el paso del tiempo?

                                                                                                      Memento

viernes, 11 de marzo de 2011

Insecurity

Sí, la odio. Odio ver cómo te atrapa, cómo se inmiscuye entre nosotros. Odio sentir que nos mira, sus celos hacia mí. Y todavía odio más el ver que lo consigue, que por mucho que digas te acercas a ella, que crees sus verdades a medias y que te tragas su falsa madurez. Odio el hecho de ser yo la que ahora siente celos, que ya no me basta con tus mimos de siempre, y que necesito que me demuestres más, mucho más que a ella, para remarcar esa línea que  la separa de mí, porque últimamente se está difuminando. Odio su risa tan exagerada. ¡Dios! Detesto que bromees con ella, que te rías de sus chistes infantiles y que nadie la vea como realmente es. Hace crecer mi inseguridad y lo sabe, y eso hace que todavía se enorgullezca más. Y la odio tanto... pero me falta el valor de decírtelo, por si acabas escogiéndola a ella.

                                                                                                                   Inma *

sábado, 5 de marzo de 2011

Shut up and let me go






Dejé de hacer caso a todas esas bobadas, así que no me prometas cosas en las que ni siquiera yo creo

                                                                 Inma *

miércoles, 23 de febrero de 2011

In my memory

Hace tiempo que no está. Se ha acostumbrado a su ausencia. Ya no hay nadie que le haga cosquillas sólo para verla sonreír. Ya nadie le lee cuentos por las noches. Esos abrazos nunca los recuperará. Pero aún recuerda su voz, y cómo sonaba su nombre en sus labios, o ese "chiquitina, despierta" por las mañanas. Aunque ahora pocas veces piensa en esto. De eso hace ya muchos años, y queda muy poco de la niña que era. Sólo los recuerdos.
Se mira en el espejo. Sus ojos se volvieron tristes, y por mucho que sonría, ellos no transmiten esa alegría. Se escuda constantemente tras la risa, y no es que la finja, es que desde entonces valora la vida mucho más, y cada mínimo detalle.
Pero últimamente la recuerda mucho, quizá porque se da cuenta de que necesita su apoyo en el paso de la adolescencia a la madurez. Le gustaría saber qué consejos le habría dado, y si estaría orgullosa de ella. Aún así es una chica positiva que sabe verle el lado bueno a todas las cosas.
Hoy ha ido a visitarla, pero no es lo mismo hablarle a una pared. Siente que esa no es ella, que sólo es una foto que la contempla sonriente, mientras que por sus mejillas caen lágrimas que parecen sangrar de sus ojos. Duelen. Detrás de esa losa ya no debe haber nada. Ella desapareció. La dejó sin despedirse. Le diría muchas cosas, pero se siente ridícula. En realidad no ha ido a verla. Le hace mucho daño enfrentarse a la realidad, y ese momento es demasiado íntimo como para que nadie se atreva a entrometerse. Prefiere visualizarla en su memoria, de carne y hueso, con su sonrisa real, y no ver una de papel. No quiere llorar, no le gusta llorar. Y le gustaría que existiera dios, para estar segura de que ella está ahora mismo en ese lugar en el que tanto creía. Que su devoción no fue en vano. Así podría verla desde ahí arriba, y casi podía verla sonriendo entre las nubes. Y así estaría feliz, junto con él, que también la había querido mucho, pero de otra forma, a su manera. Que se le notaba en los ojos que no la cambiaría por nada en el mundo, que su corazón era entero para ella. A él también fue a visitarlo, también en su mente. Se los imaginó a los dos juntos, cogidos de la mano, sonriéndole desde arriba, con esa sonrisa que había sido su única herencia.
                                                                                                              Inma * (click)
                                                               
                                                    Quiero escarbar la tierra con los dientes,
                                                       quiero apartar la tierra parte a parte
                                                          a dentelladas secas y calientes.
                                                   Quiero minar la tierra hasta encontrarte
                                                             y besarte la noble calavera
                                                         y desamordazarte y regresarte.
                                                                           Elegía - Miguel Hernández