sábado, 2 de octubre de 2010

Running away

Después de mucho tiempo, por fin conseguí entrar en esa habitación estando la luz encendida. Pensé que debía hacer muchos cambios allí. Cambié las sábanas, y tiré las que habían cubierto antes el colchón. Aún conservaban su olor. Puse música. Sum 41. A todo volumen. No quería pensar. Me giré. Cogí una foto que había sobre una estantería, entre otras muchas. Pero era esa la que me importaba. Mejor dicho, la que no me importaba. Ya no me importaba. Al menos eso era lo que quería hacerme creer a mí misma. La cogí casi sin mirarla. También fue directa al cubo de la basura, marco incluido. Me senté en la cama y miré a mi alrededor. La estruendosa música continuaba sonando. Frente a mí ví, colgado en el perchero, ese pañuelo gris que adoraba. No quería deshacerme de él, pero cada vez que lo viera me recordaría inevitablemente a ÉL. No quise darle más vueltas. Siguió el mismo camino que las sábanas y el retrato. Entonces me acordé de los otros regalos desperdigados por mi cuarto; pendientes en joyeros, zapatos en armarios... Y todos los recuerdos; entradas de cine, de conciertos, esa flor seca enterrada en mi libro favorito... Me dí cuenta de que tenía un gran nudo en la garganta y una necesidad enorme de llorar. Ahora no podía ocuparme de todo eso. Salí apagando de nuevo la luz, arrastrando la papelera y mis sentimientos, y aplazando el dolor para más tarde, alargándolo también de esa forma. 
                                                                                                              Inma *

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